jueves, 15 de marzo de 2012

La Iglesia encarna esta Misión. Identidad de Cáritas

Hna. Mª Lourdes Caminero
Misionera Eucarística de Nazaret

El amor tiene una fuente: Dios

a) Dios es amor (1 Jn 4)

El primer día se nos habló de la Identidad Cristiana: El Amor recibido, basándonos en esta cita de San Juan: «Dios es Amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). Él es la raíz, la fuente; en esa raíz estamos enraizados y de esa fuente bebemos.

Y, por supuesto, si nosotros damos un paso hacia Dios y hacia los demás es porque Él se ha adelantado hacia nosotros; Él nos ha mirado, se ha fijado en nosotros, nos ha contemplado, mucho antes de que a nosotros se nos ocurriera mirarlo a Él: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo» (1 Jn 4,10).
 

Y ese Dios que es Amor, es Padre. ¡Qué ternura la de Dios! Una cita del profeta Oseas: «Cuando Israel era niño, yo le amé... Yo le enseñé a caminar... Yo lo tomaba en mis brazos... Lo apretaba contra mis mejillas... Me inclinaba hacia él y le daba de comer». (Os 11, 1.3.4). Israel somos cada uno de nosotros. ¿Me siento así entrañablemente amado por Dios? Cuando experimentamos esto, nada nos puede separar de Él, como dirá San Pablo (Cf. Rm 8,35).

Y es que sí, que Dios nos ha amado primero. Y lo ha manifestado en la creación entera y en el caminar con nosotros en la historia de la humanidad. Y lo ha manifestado en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. El amor que vivimos, el amor que experimentamos y que damos, tiene su fuente en Dios.

b) Dios se revela en Cristo

Este Dios que había hablado tantas veces y de tantas formas en el AT, el Dios que había expresado tan ampliamente su amor en el AT, tuvo su palabra final, proclamó su palabra definitiva en Cristo. Cristo es la revelación definitiva y perfecta de Dios. ¿Y qué hizo Cristo? Entre lo mucho que tenemos en los evangelios hay dos rasgos que hoy nos conviene reseñar:

- Lava los pies a los discípulos (Jn 13,1-11).

- Se vuelca en los necesitados: Multiplicación de los panes y los peces (Mt 14,13-21). Curación de un leproso y de un paralítico (Mc 1,40-2,12). Curaciones en general.

Es decir, tiene compasión del pobre (compasión, com-padece, padece con), atiende, se acerca, dedica tiempo, conversa, escucha, toca, cura. Evidentemente, se vuelca en los necesitados. Su vida para Él no tiene sentido sin darse a los demás.


Dios nos invita a colaborar con Él

Ese Dios, que vive tan por completo para cada uno de los hombres, cuenta contigo, cuenta conmigo, nos invita a colaborar con él.

En todo lo anterior hemos visto que Dios me quiere. Pero, además, vemos que Dios cuenta con nosotros para ir a los demás. Dios nos invita a colaborar con Él. Ya se ha hablado repetidas veces de la parábola del Buen Samaritano.

En la charla del día anterior, basándose en la cita de Mt 10, 8: «Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis», se hablaba de la Misión Cristiana. La Iglesia, Comunidad de Amor, al servicio del amor.


La Iglesia encarna esta misión. Identidad de Cáritas

Ya en la primera comunidad cristiana se nos habla del servicio. Leemos en los Hechos de los Apóstoles: «Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea» (Hch 6,3). ¿Qué tarea? Preocuparse de los demás. (Diáconos). Diaconía = servicio. Los Apóstoles, a los que estaba encomendado sobre todo la oración y el servicio de la palabra, se sintieron sobrecargados y eligieron a los diáconos. (Cf. DCE, n. 21).

- Como la primera comunidad cristiana (Hch 2,42-47). También lo recordamos, seguro que sí. Aquellos primeros cristianos «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones». Enseñanza, vida fraterna, Eucaristía y oración. Con esos pilares ¿a dónde llegaban? Llegaban a que «Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno».

- También en la Carta a los Romanos y a los Corintios se habla de los pobres. «Por ahora voy a Jerusalén -escribe Pablo a los cristianos de Roma, dos versículos después de decirles que se dirigirá España- para el servicio de los santos, pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta a favor de los pobres de entre los santos de Jerusalén» (Rm 15,25-28). Y en las recomendaciones finales de esta carta, Pablo les dice a los cristianos de Corinto: «En cuanto a la colecta a favor de los santos, haced también vosotros tal como mandé a las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros reserve en su casa lo que haya podido ahorrar, de modo que no se hagan las colectas cuando llegue yo. Cuando me halle ahí, enviaré a los que hayáis considerado dignos, acompañados de cartas, para que lleven a Jerusalén vuestra aportación generosa» (1 Co 16,1-3).

Vemos que se hacen colectas para los pobres de Jerusalén en Macedonia, Acaya, en las iglesias de Galacia, en Corinto, etc. Y Pablo exhorta a que esto se haga cada primer día de la semana, cada domingo. Y para hacer llegar las colectas, habla de que “los que hayáis considerado dignos” lleven la aportación a los pobres.

a) El voluntariado cristiano como vocación

1. Hemos sido llamados.

El voluntariado cristiano no es un entretenimiento, ni una manera de ocupar el tiempo libre ni sólo una forma de sentirnos útiles y hacer algo por los demás.

Nos hemos puesto en marcha hacia el mundo de los pobres y hemos puesto nuestra vida a su servicio no por ocupar el tiempo y buscar un entretenimiento, sino porque nos hemos sentido llamados a este servicio desde nuestra identidad y compromiso cristiano.

Nos hemos sentido llamados. Y llamados a gritos, pues eso significa literalmente vocación. Esta es la clave del voluntariado. Cuantos trabajáis en Cáritas podéis decir que habéis sido llamados:

- Llamados a gritos por la pobreza, la marginación, la exclusión social, la soledad, el sufrimiento de nuestros hermanos. No hemos sido llamados a gritos por el aburrimiento.

- Llamados al clamor por la justicia, la fraternidad, la gratuidad del amor, no al clamor de la diversión, de salir fuera de casa para entretenernos.

- Llamados, cuantos tenemos fe en el Dios de Jesucristo, por un Dios que tiene entrañas de amor, que se conmueve ante la pobreza y el sufrimiento humano y nos convoca a todos a su reino, a una nueva humanidad en la que la vida sea posible para todos, todos puedan sentarse a la mesa y en la que los excluidos puedan integrarse a la comunidad y vivir con dignidad.

2. Hemos respondido: «Aquí estoy, envíame».

Hablar de vocación es sentir que Dios ha pasado a tu lado, te ha mirado con amor; ha pronunciado tu nombre y te ha llamado a vivir y a dar vida, a sentirte profundamente amado y a dar amor. Un Dios que te ha invitado a hacer tuya la causa del hombre poniendo tus talentos al servicio de la salvación de todo ser humano y de toda la humanidad.

Y hablar de vocación es hablar de respuesta. Es reconocer que has tenido ojos despiertos para ver y oídos abiertos para escuchar. Es experimentar el gozo de haber tenido y tener sensibilidad interior para conmoverte y un corazón generoso para responder y entregarte.

Detrás del voluntariado hay una multitud de hombres y mujeres cristianos que un día oyeron la llamada del Señor y respondieron con generosidad.

3. Instrumentos para difundir el amor de Dios.

En palabras de Benedicto XVI, estos hombres y mujeres han sido llamados a «ser instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios» (CIV, n.5) y han ofrecido sus manos, sus ojos, su corazón a Dios para amar a los pobres como los ama Dios. Así han llegado a ser instrumentos de un Dios que asume la causa y el lugar del pobre, realizan su servicio en una comunidad que quiere ser servidora de los pobres a imagen de su fundador y lo hacen con la radicalidad y la gratuidad del amor.

¡Qué importante es este criterio de gratuidad! ¡Cuántos fracasos y desengaños nos evitaríamos si actuamos así...! Ser instrumentos desde la gratuidad y la radicalidad del amor. Darlo todo por lo que el pobre es, poner lo mejor de nosotros mismos y de nuestras posibilidades a favor del pobre. Y no esperar muchas recompensas y gratificaciones ni medir nuestro servicio en clave de las respuestas esperadas o de los resultados inmediatos, sino descubrir que la gratificación está en el amor, en el servicio mismo que brindamos.

b) Enviados en el seno de una comunidad

El servicio de los voluntarios no es algo puramente personal, sino que Cáritas realiza su misión en el seno de una comunidad. Los obispos de la CEPS (Comisión Episcopal de la Pastoral Social), en el mensaje de este año del Día de la Caridad, han dicho a los voluntarios: «... Sentíos llamados y enviados por el señor en el seno de la comunidad cristiana para ser manifestación y testimonio del amor de Dios (...). Vivid, pues, vuestro voluntariado como una verdadera vocación y vividlo muy en comunión con la vida y misión de vuestra comunidad cristiana».

El servicio de los voluntarios no es algo puramente individual que cada uno realiza a su aire y por su cuenta. Es un ministerio de la comunidad. Es el gozo de sentirnos enviados por la comunidad y respaldados por ella, puesto que la caridad es obra de toda la comunidad. Por tanto no se puede decir “Cáritas, sí, la Iglesia no” o “Yo trabajo en Cáritas, pero paso de la comunidad cristiana”.

En el “Documento de reflexión sobre la Identidad de Cáritas”, aprobado por los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y publicado en la 52 Asamblea de Cáritas Española en Valencia a 25 de Octubre de 1.997, que aunque hace ya unos años nos puede servir, se señala con respecto a la “Misión” que Cáritas tiene encomendada, seis aspectos de su identidad y son: ASISTENCIA, PROMOCIÓN, CONCIENCIACIÓN, DENUNCIA, FORMACIÓN y COORDINACIÓN. Y destaco la coordinación.

Cáritas, definida por nuestros obispos como «cauce ordinario y oficial de la Iglesia particular para la acción caritativa y social, está llamada a ser “lugar de encuentro” de la comunidad cristiana para un mejor servicio a los pobres».

«Es conveniente que en las diócesis exista un organismo, presidido y animado por el obispo, especialmente responsabilizado en la tarea de animación y coordinación. Respetando la naturaleza propia de cada una de las instituciones y dando a Cáritas la relevancia que le corresponde, dicho organismo será una plataforma amplia donde se puedan encontrar las instituciones dedicadas a lo social y caritativo».

La coordinación es condición necesaria para actuar eficazmente frente a la complejidad y dimensiones de la pobreza. Esta coordinación debe contemplar:

- Reconocer, animar y apoyar la diversidad de carismas y servicios existentes en la comunidad eclesial.

- Facilitar el encuentro, intercambio y colaboración de comunidades, instituciones, grupos y personas que actúan en el ámbito de la pobreza y la exclusión.

- Vincular la acción sociocaritativa tanto a la pastoral de conjunto como, en concreto, a las otras acciones fundamentales de la comunidad cristiana: anuncio del Evangelio y celebración de la fe.


La Eucaristía, vida y fortaleza del voluntariado cristiano

a) Alimentar la fe

El riesgo del activismo nos amenaza y necesitamos renovar y alimentar nuestra fe. Recordemos las palabras de Jesús: «Sin Mí, no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Una caridad sin espíritu no será nunca una verdadera caridad. Y la espiritualidad que da consistencia a nuestra caridad es trinitaria y es eucarística. Por eso Cáritas necesita personas capacitadas profesionalmente pero, sobre todo, necesita personas configuradas con Cristo en la dinámica de su entrega.

b) Eucaristía y comunión

La Eucaristía no sólo es la plenitud de nuestra vida cristiana, sino también la fuente de donde brota toda su vitalidad. Jesús es el Pan de Vida que se nos ofrece como alimento (Jn 6, 48 ss). Sólo en Cristo podemos saciar nuestros anhelos más profundos, nuestro hambre de Dios, nuestra nostalgia infinita de felicidad y de plenitud. Y no hay manera más íntima y profunda de unirnos a Dios -mientras dure nuestro peregrinar en la tierra- que recibiéndolo a Él en este sacramento.

Quien comulga se une más íntimamente con el Señor Jesús y, por lo tanto, participa más plenamente de su propia vida divina. La Eucaristía es un adelanto sacramental de la gloria a la que estamos llamados: la comunión y participación con Dios-Amor. La Eucaristía nos va asimilando al Cristo que recibimos: «El que me come vivirá por Mí» (Jn 6,57).

La Eucaristía nos va asimilando a Cristo. Al ser creados para el encuentro con Dios, lo estamos también para abrirnos fraternalmente a los hermanos en un dinamismo análogo al encuentro definitivo con el Tú divino. La Eucaristía no es sólo encuentro con Dios; es también encuentro con los hermanos. En ella, el Pueblo de Dios encuentra su plenitud de comunión y de participación.

Sacramento de unidad por excelencia, la Eucaristía es el punto de partida para la edificación de una auténtica comunión fraterna, fuente de reconciliación. Comemos el Cuerpo de Cristo para ser nosotros después cuerpo de Cristo para los demás y hacer de nuestra vida lo que Cristo hace en su entrega. También nosotros tenemos que decir: “Tomad, comed, mi vida entregada por vosotros...”. Aquí estoy para vosotros, para todos... Es fácil abrir la boca cuando nos acercamos a comulgar y decir: Amén. No es tan fácil decir “Amén” cuando los demás reclaman nuestra vida que ya no nos pertenece...

c) Solidaridad

Solidaridad con los pobres y anuncio de un mundo más justo. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, en el nº 1397: «La Eucaristía entraña un compromiso a favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25,40): Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aun así, no te has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1 Co 27,4)».

La Eucaristía es el sacramento central de la vida cristiana que nos asimila a Cristo, poniendo en acción todas las dimensiones del Evangelio en coherencia integral: la justicia, el amor, la entrega, el servicio, la fraternidad. Los que se acercan a compartir el pan del cielo tienen que compartir como hermanos el pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre.

La Eucaristía compromete a seguir viviendo en armonía con el misterio celebrado, convirtiendo la vida en ofrenda permanente, siendo testigos de Cristo, fermento que transforme el mundo.

Quien participa en la Eucaristía debe estar dispuesto a crear y vivir la fraternidad. Y no hay verdadera fraternidad si no hay reconciliación; si no se rompen las barreras que nos dividen, los egoísmos que nos separan, las injusticias que nos oprimen.

A partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, tenemos que llegar a tener sus mismos sentimientos. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo.

De ese modo, en las personas que encuentro reconozco a los hermanos por los que el Señor ha dado su vida, amándolos “hasta el extremo” (Jn 13,1). Por consiguiente, nuestras comunidades, cuando celebran la eucaristía han de ser cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse “pan partido” para los demás, y por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno.

Así, del misterio de alianza y comunión entre Dios y el hombre que acaeció en Cristo y se prolonga en la Eucaristía, dimana toda fraternidad y comunión eclesial. Porque en realidad ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y su quicio en la celebración eucarística; por lo que debe, consiguientemente, comenzar toda educación en el espíritu de comunidad.

El 50 Congreso eucarístico Internacional que se celebrará en Dublín del 10 al 17 de junio de este año, tendrá como lema, “LA EUCARISTÍA: COMUNIÓN CON CRISTO Y ENTRE NOSOTROS”.


Conclusión

Y ya nada más, simplemente podemos concluir: Nunca una parroquia separada de la diócesis. ¡Hagamos el camino juntos! Como los distintos granos de trigo juntos hacen el pan del altar y ahí está Cristo, así nosotros: granos de trigo distintos que nos unimos y ahí está Cristo.

Y termino con una frase de mi Fundador, el Beato Manuel González. Él sabía mucho de Eucaristía, pero no menos de amor y de entrega a los demás, empezando por los más necesitados: «Trabajad, trabajad con vuestros pies, con vuestras manos, con vuestras bocas, con vuestra cabeza, con todo vuestro corazón...; pero, por Dios, no olvidéis el trabajar de rodillas..., esto es, descansad un poco ante vuestro Sagrario antes de empezar vuestros días y vuestra labor y después de darle remate. No hay trabajo más fecundo que el que se hace de rodillas; y sin él los demás, tarde o temprano, son infecundos».

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